Bueno, igual yo no lo habría llevado, porque la que lo traía era la mamá de mi abuelito materno, y si el apellido de las mujeres todavía no es realmente importante...
Al que más le quedó la pinta fue a tío Tuto, el hermano de mi abuelito. Grandote, hombros anchos, mirada profunda. Imponente el tipo, labios gruesos, cabello erizo, voz dulce y esa hermosísima piel azabache. De pequeña le tenía un poco de miedo, y no terminaba de entender por qué mi abuelito tenía un hermano negro, que más bien parecería hermano de “Mayfren”.
Al que más le quedó la pinta fue a tío Tuto, el hermano de mi abuelito. Grandote, hombros anchos, mirada profunda. Imponente el tipo, labios gruesos, cabello erizo, voz dulce y esa hermosísima piel azabache. De pequeña le tenía un poco de miedo, y no terminaba de entender por qué mi abuelito tenía un hermano negro, que más bien parecería hermano de “Mayfren”.
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Mayfren era un mulato, así como el de Les Luthiers “más largo que ancho”, le faltaba la uña del dedo índice de la mano izquierda y tenía como un colochito de piel al extremo del dedo. Vendía ropa -de casa en casa- en una maleta de cuero café. Creo que mami nunca le compró nada, tal vez unos limpiones para la cocina, pero sin importar eso, pasaba todos los viernes frente a la casa y entraba a saludarnos al portón con su voz característica y la frase que lo hizo famoso: “¡jelou mayfren!”.
Pablo y yo dejamos de estar los viernes en la tarde en la casa, el que lo seguía esperando era Toto. Un viernes pasó, saludó, pero Toto estaba atrás, y cuando salió ya se había ido Mayfren. Mami tuvo que salir corriendo detrás del negro porque Toto no dejaba de llorar, pero eran lágrimas de dolor real, no de berrinche infantil. A partir de ese momento, no hubo viernes que Mayfren no pasara a saludar a Toto. Hasta le regaló una camiseta el día que cumplió años.
Toto también dejó de estar los viernes en la tarde. No lo volvimos a ver. Creo que un día lo vi en San José, un domingo en la mañana. Fue muy rápido, iba con una camisa entre vino y roja, y zapatos blancos, casi tan blancos como su cabello.
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Abuelito heredó algunos rasgos generales, que nos recuerdan de donde venimos, cabello rizado, nariz chata, y esa mirada profunda... ¡que no puede venir de otro lado que del caribe!
Mami no, mami se parece a mi abuelita, más tirando a india, cabello lacio, nariz larga, manos huesudas, piel canela, corazón tibio.
Yo no me parezco a mami. Yo me parezco a “Chica Poncha”, cabello rizado, caderas anchas, nariz chata y creo que tengo algo de esa mirada caribeña. Mi papá me diluyó el color de la piel, no me salió ni como la de mami, pero igual no llego a ser blanca. Dicen que soy igual a tía Dorita, sólo que “blanca”. Una vez, Tío Lelo, poco antes de morir, tuvo que sentarse del susto, ¡pensó que Dorita había rejuvenecido como 60 años!
Chica Poncha es mi bis abuela, la mamá de abuelito Hernán. Negra loca. ¡Hasta tenía fama de bruja! Nunca se quiso poner zapatos ni amarrarse el pelo. Interpretaba sueños, hablaba con animales, para todo tenía remedios. Si yo me pudiera devolver en el tiempo lo iría exclusivamente para conocerla. Era hija natural de un hijo natural, por lo que –naturalmente- “perdimos” dos apellidos.
El papá de Chica Poncha era Lucas Ulloa, hasta hay un parque que lleva el nombre de él. Pero nunca la reconoció. Por ahí se fue el “Ulloa” de los registros, ¡já! Pero le quedó grabado en la piel.
Grabado en la piel...tan grabado como le quedó al zambo de Lucas Ulloa el apellido que, su padre Jamaiquino, le negó y tan grabado como los azotes que Doña Maya dice que tenía en la espalda.
¡Y yo que decía que el apellido de la madre era poco importante!
Del Jamaiquino no sabemos nada. Ni nombre, ni apellido. Sólo sabemos que llegó para la construcción de ferrocarril al Atlántico, por ahí, a finales del siglo XIX.
Yo me invento muchas historias con respecto a él. Me imagino como se quedó en Costa Rica porque, al igual que al resto de negros, chinos e italianos no le pagaron por su trabajo. Tal vez siguió trabajando en las bananeras. Tal vez soñó como todos con volver a su tierra, no a Jamaica, sino a África. Tal vez adoptó a Costa Rica como Patria, a pesar de lo ingrata que fue Costa Rica con él. No sé, al rato terminó en Panamá o murió de Malaria....
Mami y yo nos pusimos a sacar cuentas, y nos quedó algo así:
~1875-1877: Llegada del Jamaiquino a Costa Rica → ~1877: Negro + India = Lucas Ulloa, el zambo → ~1897: Zambo + mi tatara abuela = Chica Poncha → 1922: Chica Poncha + Abuelito Juan = Abuelito Hernán → 1955: Abuelita + Abuelito = Mami →1980: Mami + Papi = Yo
¡Qué cosas! Empecé pensando que hoy era el día del negro y terminé pensando en mi cumpleaños.
8 comentarios:
Que hermoso eso de la historia genealógica!
Hermoso reconoces antepasados como los "productores" de lo que somos hoy.
Qué interesante es conocer el árbol genealógico. ASí podemos entender muchas cosas de como somos ahora.
Yo llevo el deseo de conocer a mi familia materna, de quienes no sabemos nada de nada.
saludos
erika
¡Gracias por pasar!
Me quedo con la duda del primer apellido que se perdíó.
Es posible que haya registros... tal vez...
Al rato y algún día, cuando saque tiempo, me ponga de investigadora.
¡Saludos!
Yo he tratado de encontrar algún rastro sobre la familia de mi papá, pero parece que todos se hubieran esfumado. Por el contrario mi abuela paterna hasta un libro me dio hace días sobre mi tataratatarabuelo, Minor Keith :S Creo que este renombrado señor de mi familia trabajó con el Jamaiquino familiar tuyo, al rato y hasta primas décimas somos jajaja
Lindo árbolito y pues, lo más lindo es que saliste tú y debes ser feliz x eso sin importar el apellido que lleves!!
¡Uy nube! ja ja ja ¡Es que en verdad el mundo es un pañuelo! Y pues nuestra linda y pequeñita Costa Rica un pañuelito. Así que al rato... uno nunca sabe...
¡Saludos!
Precioso!!! qué lindo tu blog, lo voy a enlazar.
Gracias Julia
¡Saludos!
saludos, lindo blog ademas de interesante la historia de una de las ramitas de tu arbolito genealógico.
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